Las cifras que miden los mercados pueden ser de dos tipos: las que nos sorprenden porque nos describen una realidad que no nos era familiar, y las que nos confirman una percepción que ya teníamos. La que quiero comentar aquí pertenece a este último grupo: de acuerdo con un estudio de la constructora coHispania, el 53,43% de las viviendas puestas en oferta en España no vienen acompañadas del certificado energético.

Hasta ahora no conocíamos la cifra con una precisión de dos decimales, pero encaja sin dificultades con la posibilidad de que, en un escaparate de cualquier inmobiliaria, solo la mitad de los anuncios informen de la calificación energética. Lo que ya no encaja es que esto siga siendo tan habitual si, con la ley en la mano, des de el verano del 2013 ya no se puede sacar a mercado ninguna vivienda sin certificar, tanto para vender como para alquilar.

Probablemente estas viviendas acaben certificándose más tarde, después de cerrar el trato con el futuro propietario o inquilino. Sería una maniobra para atrasar al máximo los costes de la certificación (aunque a menudo son escandalosamente bajos) que tiene el efecto pernicioso de excluir del proceso de selección el factor de la eficiencia energética, o como mínimo, de hacerlo irrelevante.

De todo esto se podría extraer un mensaje de alerta: la calificación energética aún resulta indiferente para gran parte del colectivo de usuarios finales, incluso después de casi nueve años de funcionamiento del sistema de certificación. Con esto no quiero trasladar la culpa al usuario, al que no se le puede exigir un comportamiento demasiado diferente al del comercializador que ha esquivado la cuestión, o al de la propia administración, que tampoco está recompensando lo suficiente a las apuestas por la eficiencia.

Ahora que el sector se prepara para la llamada “ola europea de rehabilitación” impulsada por los fondos Next Generation, deberíamos reflexionar sobre como de predispuesto está el mercado para aprovechar esta oportunidad. Vista la experiencia con la certificación de la eficiencia, nos haríamos trampas si diésemos por descontado que la demanda está claramente motivada a rehabilitar para rebajar la demanda energética de sus viviendas.

Afortunadamente, hay argumentos potentes para vencer estas reticencias que ya son conocidos por todos. Sin olvidar que, por la parte de la oferta, la motivación si que es máxima: proyectistas, constructores, proveedores de materiales parecen claramente dispuestos a desplazar sus centros de gravedad de la obra nueva y acercarlos a la rehabilitación energética. Después de todo, es justo lo que sucede en Europa, donde la producción en edificación se reparte un 47% en obra nueva y un 53% en rehabilitación. Por parte del ITeC, tenemos plenamente asumido que el ‘sorpasso’ de la rehabilitación no tiene marcha atrás, y nuestras herramientas están listas para ser útiles y competitivas no solo para la obra nueva, sino también para la rehabilitación, el mantenimiento y el resto del ciclo de vida. Es nuestra contribución a facilitar el proceso para que los edificios ‘eficientes’ desplacen de una vez por todas a los ‘indiferentes’.

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